21.8.07

kinks

atardecer de Waterloo



Viejo río sucio, tenés que seguir rodando,
Rodando dentro de la noche.
La gente tan ocupada
me hace sentir mareado,
La luz del taxi brilla tanto.
Pero no necesito amigos
Mientras contemplo el atardecer de Waterloo,
Estoy en el paraíso.
Todos los días miro el mundo desde mi ventana.
El frío del atardecer más frío, el atardecer de Waterloo está bien.

Terry se ve con Julie, estación de Waterloo, cada viernes a la noche.
Pero soy tan vago, no quiero dar vueltas, me quedo en casa de noche.
Pero no tengo miedo
Mientras contemplo el atardecer de Waterloo,
Estoy en el paraíso.
Cada día miro el mundo desde mi ventana,
El frío del atardecer más frío, el atardecer de Waterloo está bien.

Millones de personas como moscas
Alrededor del subte de Waterloo.
Terry y Julie cruzan el río
Donde van a estar sanos y salvos.
Y no necesitan amigos.
Mientras observan el atardecer de Waterloo,
están en el paraíso.

17.8.07

enrique lihn

hay sólo dos países

Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los enfermos por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad pero, a la larga, eso no tiene sentido Duele separarse, poco a poco, de los sanos a quienes seguiremos unidos, hasta la muerte separadamente unidos Con los enfermos cabe una creciente complicidad que en nada se parece a la amistad o el amor (esas mitologías que dan sus últimos frutos a unos pasos del hacha) Empezamos a enviar y recibir mensajes de nuestros verdaderos conciudadanos una palabra de aliento un folleto sobre el cáncer

15.8.07

viel temperley

qué calor hace, madre

Qué calor hace, madre.
Quiero inyectarme un poco
de agua helada
en la vena del brazo.

Hasta en los cielos últimos
necesita beber agua
la carne.

El verano en que resucitemos
tendrá un molino cerca
con un chorro blanquísimo
sepultado en la vena.

13.8.07

+ wittner

11.

Hay que haber dormido poco y mal
para estar en condiciones
de percibir este momento tal cual es.

2.8.07

+ giannuzzi

Escuchando el presente

En la plenitud de la noche, el esposo
se vuelve hacia la esposa dormida
cuando en la cerrada oscuridad escucha
el asedio de la antigua aflicción: el tiempo
clavando en la mitad de la almohada
una promesa de aniquilación. Pero ella
está allí, un centro vivo
que no se aisla en su respiración
y que transmite a la materia circundante,
-la pulsación de la sábana, latidos en el aire-
la certeza de un presente amado e inviolable.
Entonces se inclina, se deleita en el instante
y deposita el sufrimiento
en la desolación del futuro.