26.2.07

edwin arlington robinson

richard cory

Cada vez que Richard Cory iba al centro,
nosotros, la gente, sobre la vereda lo mirábamos:
era un caballero de los pies a la cabeza,
buen mozo e imperialmente esbelto.

Y siempre estaba silenciosamente bien vestido,
y siempre era humano cuando hablaba;
pero a pesar de eso él agitaba su pulso cuando decía,
“¡Buen día!” y resplandecía cuando caminaba.

Y era rico, sí, más rico que un rey,
y admirablemente instruido en todas las gracias:
en conclusión - - pensábamos que era todo
para hacernos desear que estuviéramos en su lugar.

Entonces trabajábamos y esperábamos la luz,
e íbamos sin la carne y maldecíamos el pan,
y Richard Cory, una calma noche de verano,
se fue a su casa y se metió un balazo en su cabeza.

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