26.2.06

catulo

VIII

Desgraciado Catulo, deja de hacer incoveniencias y lo que ves que ha muerto, dalo por perdido.
Brillaron para ti en otro tiempo días luminosos, cuando a menudo acudías a donde te llevaba una jovencita amada por nosotros cuanto jamás ninguna otra será amada. Allí tenían lugar entonces aquellos innumerables goces que tú deseabas y ella no rechazaba. Cierto es que brillaron para ti días luminosos. Mas ahora ella ya no quiere; también tú, aunque te cueste trabajo, deja de querer. No corras tras la que te huye ni vivas desgraciado; antes bien: adopta una inflexible resolución. Mantente firme y duro. Adiós, mujer; desde este momento Catulo se ha endurecido; no volverá a buscarte ni te suplicará para que le rechaces. Pero tú llorarás cuando no te ruegue más. ¡Desgraciada! ¡Ay de ti! ¡Qué vida es la que te espera! ¿Quién se te aproximará ahora? ¿A qué hombre parecerás hermosa? ¿A quién amarás ahora? ¿De quién se dirá que eres? Pero tú, Catulo, tal como te lo has propuesto, mantente firme.

No hay comentarios.: